Las causas de las deserciones
Las causas del dar pie atrás a la primera llamada de Dios, son tres: 1) ausencia de vida espiritual, 2) pérdida del sentido de pertenencia a la comunidad, es decir espíritu crítico con el director y con el instituto y, en algunos casos, a la Iglesia; y 3) problemas de orden afectivo. Sobre el primero se dice que la carencia de oración personal, oración comunitaria y vida sacramental –en aras de hacer más apostolado– desemboca en una profunda crisis de fe. Esto hace que los votos no tengan sentido y –como dice el autor del artículo– en general antes del abandono haya continuas y graves faltas contra la pobreza, castidad y obediencia.
Sobre la pérdida del sentido de pertenencia a la comunidad, al instituto y a la Iglesia se refiere que éstas se manifiestan en las críticas sistemáticas a los miembros de la propia comunidad, particularmente a la autoridad, en la escasa participación en los momentos de vida comunitaria o en sus iniciativas, a causa de una falta de equilibrio entre las exigencias de la vida común y las exigencias del individuo y el apostolado que desarrolla. En este campo, los problemas más comunes son las relaciones interpersonales, las incomprensiones, la falta de diálogo o de auténtica comunicación, la incapacidad psíquica de vivir la vida fraterna en común y la incapacidad de resolver los conflictos. Acerca de la relación con la Iglesia, el alejarse de ella queda reflejado en el no compartir más sus enseñanzas. Concretamente se alude a dos temas concretos: el sacerdocio de las mujeres y la moral sexual. Finalmente se dice que la falta de sentido y pertenencia lleva a abandonar físicamente la comunidad sin ningún permiso.
En el campo de los problemas de orden afectivo se menciona una problemática mas bien amplia y que va desde el enamoramiento hasta romper el voto de castidad. A todo esto se suman elementos socio-culturales que padece toda la sociedad: la falta de un norte que guíe la vida, un marcado individualismo, la mentalidad de mercado, la imposibilidad de hacer opciones definitivas y contraer compromisos a largo plazo.
Posibles soluciones
Finalmente, Mons. Carballo presenta algunas línea de acción: 1) que la vida consagrada y religiosa ponga en el centro una renovada experiencia del Dios uno y trino y considere esta experiencia como su estructura fundamental; 2) que haya una decisión clara de anteponer la calidad evangélica de vida al número de miembros o al mantenimiento de las obras; 3) que en la cura pastoral de las vocaciones se presente la vida consagrada y religiosa en toda su radicalidad evangélica y se haga un discernimiento en consonancia con dichas exigencias; 4) que durante la formación inicial se asegure un acompañamiento personalizado y no se hagan “descuentos” en las exigencias de una vida consagrada que sea evangélicamente significativa; 5) que entre la pastoral vocacional, formación inicial y permanente, haya continuidad y coherencia; y 6) que durante los primeros años de profesión solemne se asegure un adecuado acompañamiento personalizado.
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Como bibliografía de apoyo para religiosos que lean este artículo, se recomienda ampliamente el texto “Il dono della fedeltá la giogia della perseveranza”, un libro editado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Lamentablemente, de forma gratuita y descargable sólo está en italiano en la web del dicasterio. En este enlace se pueden descargar otros libros para religiosos y consagradas. JEM, LC